sábado, 14 de febrero de 2009

CRÍTICA: La teta asustada

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Me gusta que el cine me enseñe mundos totalmente ajenos a mí, que me hable de historias que están lejos de mi alcance y que, geográficamente, difíciles son que me toquen de primera mano. Egoístamente, me hace sentir mejor a la vez que me hacen, cómo no, más insensible hacia el desastre, y esto, como terapia de choque y en pequeñas dosis, es bueno para el alma.

“La teta asustada” nos habla de un tema no muy conocido, al menos, lo sería en su momento, como lo es las consecuencias en el presente de las acciones llevadas a cabo por el, supuestamente llamado, Partido Comunista del Perú (Sendero Luminoso), fundado en 1960 en pos de las doctrinas maoístas de todos aquellos que lo militaron, y que en la década de los 80 desembocaron en una guerra por la conquista del resto de territorios peruanos que no eran de su jurisdicción. Muchas mujeres, sin hablar de los miles de muertos, fueron violadas. Así, de los hijos de éstas se dice que tienen la enfermedad de “la teta asustada”, por la cual por el hecho de ser amamantados por estas mujeres se quedan sin alma y mantienen una vida sumida en el miedo y la desconfianza. Fausta, la protagonista, está aquejada de esta enfermedad.

Pero Fausta no sólo vive encarcelada en el pasado de su madre muerta, y sumida en el miedo psicológico al que ha sido adoctrinada desde que nació, sino que además, esconde un secreto, terrible, que la tiene presa físicamente y que no voy a desvelar, más que nada porque pienso que es una película que hay ver, que no te la cuenten, y éste es un punto fundamental de la historia. Podrías perderte momentos extraordinarios, de suprema delicadeza, donde la música envuelve las escenas clave y los silencios parecen continuar su labor.

Intercalando la vida de Fausta, que intenta abrirse al mundo (por ejemplo yéndose a trabajar a casa de un ama, una pianista con ínfulas de diva), enfrentarse a él, después de la muerte de su madre, la directora de la película, Claudia Llosa, nos habla de múltiples facetas de las costumbres peruanas, del importantísimo papel del matrimonio, la diferencia de clases y los miedos disuasorios que tienen su respuesta en toda la parafernalia de brujería, santos y demás consuelos de la sociedad peruana. Por otro lado, si uno se fija bien, en una lectura no tan superficial, en fugaces secuencias y enormes planos estáticos de varios minutos, se advierten otros temas como la homosexualidad (esas secuencias con los varones homosexuales de las familias haciendo de peluqueros y chismosos antes de alguna que otra boda), la amistad, aquella que viene sin avisar (papel fundamental el del jardinero del ama) y el aprendizaje a base de palos (el destino final que la pianista da a su criada).

Fausta va aprendiendo a base de tropiezos a ser inmoral, a escapar de la cárcel, a buscar su propia libertad. Y después de mucho la parece alcanzar deshaciéndose del peso enorme del pasado, tanto figurado como real, pues no en vano (spoiler) la película acaba con Fausta llevando el cuerpo de su madre al mar y dejándolo a la deriva (acaba spoiler).

En todo esto, que parece perfecto, existe un pero como suma de muchos. Quizá los silencios, por mucha música que encierren, son tanto que pueden acabar por aburrir. En definitiva se exige mucho del espectador y para esto, hoy en día, son pocos los que puedan preferir ir al cine para pensar y soportar un concierto donde las mejores notas son aquellas que no se escuchan.


LO MEJOR:
- Magaly Solier (Fausta). Una actuación enorme, compleja e inolvidable.
- Las secuencias en las que Fausta recoge perlas del suelo, como si en cada una de ellas estuviera limando un barrote más de su celda.
- Las canciones, explicativas en el fondo, de todo lo que esconde la mente de Fausta. La mejor de ellas, la primera de todas, la que abre la película, donde una letra sin pudor alguno, recuerda las atrocidades de Sendero Luminoso.

LO PEOR:
- Su extrema lentitud, los personajes parecen andar a cámara lenta así como la sucesión de escenas, y esto, por muy tonto que parezca, puede llegar a desesperar.
- El título de la película, aunque muy acertado, puede no animar a ir al cine, a menos que hayas leído algo de la película. Tampoco lo es el cartel de la película.
- Que este tipo de películas sean marginadas por las distribuidoras, aún así me parece un logro que una película de una calibre tan arriesgado haya llegado a las pantallas comerciales, fuera de cualquier circuito de festivales.

NOTA: 9

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