sábado, 19 de abril de 2008

CRÍTICA: 8 Citas

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Un reparto coral para el considerado ya antes de estrenarse “Love Actually” español, o si quieren un aversión alternativa que venga a llamarse “Madrid, te amo”, sirve a sus noveles directores para hilvanar secuencia tras secuencias estupendas interpretaciones y, sin embargo, no basta para no dejar al espectador con la sensación de haber visto esto ya antes.

En un total de 8 (como indica el título) citas tomadas a modo de sketches repasamos las etapas del amor, desde el inicio del sentimiento (primera cita, bordada por un Fernando Tejero que por primera vez parece querer salir del mismo personaje que siempre interpreta), cuando el amor tiene un grado tal que no es suficiente como para no dejar marchar a la persona que te gusta pero si sobra para hacerte dudar de lo que sientes, hasta el final del amor, cuando se forma un ciclo, cuando retomas los recuerdos con alguien a quien has querido e intentas que ese final nunca haya existido como tal (última cita, interpretada por una insuficiente Belén Rueda).

En las butacas de un Renoir completo, la complicidad con los espectadores abonados se veía patente en cada secuencia, demostrando el sutil tratamiento del guión. Frases cogidas con pinzas para hacer brotar la risotada pero aún así efectivas, con gracia, frescas, rápidas de modo que cualquier fallo en ellas, que haberlos los hay, quedan eclipsados por la naturalidad de los actores. Es increíble ver como aquellos actores amateur se comen a sus compañeros más curtidos en cada plano, demostrando que no hacen falta años de experiencia para poder interpretar un papel en la justa medida que se requiere.

“Cuándo la respuesta es el amor, ¿cuál es la pregunta?”. Así empieza la película. Pensemos pues la respuesta (y no me digan que es el amor!). ¿Qué nos quedará cuando seamos viejos? El amor. ¿Qué puede llegar a surgir después de una noche loca aun apenas sin conocer el nombre de la presa cazada? Posiblemente el amor. ¿Qué va a poder con la rutina? El amor. Y si hacemos algún intercambio de parejas, ¿qué nos va a diferenciar de ellas? Nuestro amor. Así se van planteando las respuestas en cada cita.

En resumen, un cinta para pasar un buen rato, falto de pretensiones, inteligente en cuanto a que hay de todo un poco para satisfacer a todo tipo de espectadores pero insuficiente en su conjunto a la hora de sintetizar la idea que nos quieren vender. Por otro lado, viniendo de directores noveles podría considerarse una obra más que digna, y más aún con frescura, que algo de ella sí que se echa en falta en el cine español.

LO MEJOR DE LA PELÍCULA.
-Verónica Echegui (Vane) (que, aunque su papel no dura más de 2 minutos, y salga haciendo más o menos de La Juani, vuelve a desbordar naturalidad por los cuatro costados), Raúl Arévalo (ya convenció en “El camino de los ingleses”, y vuelve a demostrar sus armas de robaplanos), Adriana Ozores (Spoiler: atentos a su frase final).
-Los tres primeros actos.
-La capacidad para conectar con el espectador desde el primer momento.
-Algunos despuntes de atrevimiento insinuado (Spoiler: esa pequeña orgía de besos hacia la mitad de la cinta).
-Spoiler: un genialidad, cuando el plano se cierra (funde en negro) al acercarse Belén López a Tejero para acabar así la primera cita.

LO PEOR DE LA PELÍCULA.
-Está inundada de topicazos.
-Al menos tres citas de las ocho están muy por debajo del nivel que alcanza el resto.
-Belén Rueda, no dota de sensibilidad a su papel, repite la misma mueca constantemente, no enfatiza las palabras adecuadas en cada frase, actúa escasos tres minutos y sale su nombre en el cartel como una de las principales. Quizá esperaba un poco más de su talento.
-La calidad del sonido.
-La evidente falta de pretensiones puede llevar a un conjunto carente de unidad y por tanto a un descuidado “horror vacui” en el guión haciendo que el todo sea mucho menos importante que las partes que lo conforman.
NOTA: 6.5

viernes, 18 de abril de 2008

Willkommen ! Bienvenue ! Welcome ! Im Cabaret, au Cabaret, to Cabaret

I got life, mother. I got life, sister. I got freedom brother. I got good times man”… Así empieza la primera apología de mi vida, la hasta entonces, con catorce años, única revelación de mi condición de libertad. Ante la pantalla Hair se me abrió como un mundo de espectáculo en el imaginario de mi subconsciente.

Y como ésta, muchas más cintas han abrumado mi “limpísima” mente. ¿Mi primera visión adulta del cine? No sabría qué contestar (casi nunca hago caso de mis propias preguntas)… ejem, sí hombre, El Planeta de los Simios, mi despertar sobre la ciencia, fue el primer visionado de mi vida como consciencia adulta en cuerpo de niño, en imagen beta, sentado en un sofá del que recuerdo el tacto aterciopelado, en la casa del tío Daniel, un sobrino de mi abuelo Rogelio. Imagen de mi persona más idéntica a ésta es imposible que haya quedado en mí. Gafas, habla acelerada, informatizado hasta las venas, psicofan de las imágenes hasta rabiar, pretendido cultureta fuera de las masas, así, como yo, era el personaje que me introdujo en la cultura cinematográfica.

Vinieron seguidas las tardes de videoclub, todo un acontecimiento que bien merecían kilos de palomitas. Palomitero en soledad o no, cuando los viernes engullíamos pelis de terror b-ísimas, lo cierto es que me estaba criando bajo esta mirada furtiva y lejana a mi realidad juvenil que el cine me proporcionaba.

Cuando la realidad empezó a ser más interesante que la ficción aparecieron las salas de cine, también en soledad o no, lo cierto es que alumbraban muy de cuando en cuando mi camino, me daban de comer y malacostumbraban, me hacían salivar como si de Paulov fuera un perro. A los quince años se marcan en mi memoria las sesiones ilicitanas en los Ana, el Capitolio y el Odeón, hoy en día los dos primeros olvidados por las masas.

En momentos tardíos, si bien la realidad volvió a ser demasiado interesante, busqué las raíces verdaderas de mi elixir de juventud en la cultura madrileña. Culpable por tanto la filmoteca, dónde pude volver a disfrutar de las fetichistas manos de Mitchum bipolarizando las pulsiones psicopáticas hacia la inocencia perdida de los infantes de la fábula…

Dedico este blog a mi hermano, Alfonso. Mis ojos han sido los suyos pues se han alimentado de las mismas imágenes.