miércoles, 24 de marzo de 2010

JÓ MAMÁ, ES QUE EN CUANTO TE DEJAN SOLA TE PONES A HACER PSICODELIA!


"UN, DOS, TRES,... AL ESCONDITE INGLÉS"

Fans de los colores chillones, de los bailes sincopados y de los pantalones de campana; fans de los mostachos abultados y la música pop inglesa de los 70 (no, nunca del posterior britpop), aquí esta vuestra película. El primer experimento cinematográfico en largo y el film más irreverente de Zulueta, “Un, dos, tres… al escondite inglés” no oculta su condición petarda fuera de toda onda. Esta cinta, en la que el guión brilla por su ausencia (y, como pocas veces, para bien), supuso, después de la descarada victoria de Massiel en el festival de Eurovisión (estando inminente su enésima edición), toda una elegía divertidísima contra los gustos más tradicionales de la época, a base de importar la psicodélica y alocada corriente contracultural inglesa, que aquí en España se dejaba notar en grupos como los “Pop Tops”. Cuántas tardes de niño me habré dejado engatusar por aquel “Oh, mammy, nanana, oh, mammy mammy blue, oh, mammy blue”.

Ayer, un buen hacer, el mejor en tiempos, de la Academia de Cine, en Zurbano, permitió empezar un ciclo sobre la obra y arte de Iván Zulueta, en el que se proyectarán casi todos sus artificios, acabando el jueves 25 con la proyección de la master piece “Arrebato” seguido de un coloquio en el que estarán Eusebio Poncela y ¡el propio Will More! Y yo me lo voy a perder (tengo otro plan, no menos fantástico, a esa hora). Espero que alguien lo grabe y lo pueda ver, no me quiero perder a este fantástico personaje hablando de la película que le dio cuna y tumba.

La sala estaba casi llena (Zulueta nunca atraerá por completo a las masas,… quizás ahí resida su encanto cultureta), y en la primera fila a la derecha del pasillo paralelo a la pantalla se reservaban butacas para aquellas señorías de la Academia. No vi ninguna que me resultara realmente conocida, pero sí casi todas levemente reconocibles.

Primeramente se proyectó el corto “Ágata” en el que los títulos de crédito reconocía la firma de la EOC en la realización de Zulueta, que por aquel entonces cursaba el segundo año. En “Ágata” se dejaron ver algunas de las constantes que se verían muchos años más tarde en “Árrebato”, cuéntese la tremenda historia de siempre en que el arte invade el espacio físico (y psicológico) del artista. Después vino la joya de la tarde, “Un, dos, tres…”, que se pasó en un plis, entre música setentera (cuanto hubieran disfrutado mis padres viendo esta película), pasando el rato viendo como el video killed the radio star de esos años, con globos de gas intoxicante, algún que otro gag surrealista (la mejor Tina Sáinz con momentos hilarantes) y con José María Iñigo, jovencísimo, como líder espiritual de la música de la época postfranquista más liberal.

Esta tarde más de Zulueta en Zurbano número 3. Más cortos a partir de las cinco de la tarde, y luego a las ocho el documental “Ivan Z”. Para más información:
1. http://blogs.cope.es/palomitas/2010/03/22/la-academia-espanola-resucita-el-cine-del-donostiarra-ivan-zulueta/
2. http://www.madridmemata.es/2010/03/ivan-zulueta-en-la-academia/

Un último apunte: no se pierdan hasta el 23 de abril, en el mismo sitio, la colección de carteles que Zulueta creó, por ejemplo, para películas como “Entre tinieblas” de Almodóvar, entre otros.

miércoles, 17 de marzo de 2010

OTRAS MIRADAS, exposición de Carlos Saura

Recuerdo que de pequeño, no sé si con 7 u 8 años, la figura de Rafaela Aparicio en “Mamá cumple 100 años” de Carlos Saura, me dio mucho miedo, realmente me horrorizaba sentada en un gran butacón con asiento y respaldo de terciopelo, oculta en una enorme y oscura casa de campo. Claro, siendo recuerdos de niño me quedara en el aspecto visual de esta película, que tengo muchas ganas de volver a ver.

Esta película fue la primera que me vino a la mente cuando hace unos días decidimos ir a visitar una exposición del propio Carlos Saura en la plaza de Colón. Caí en la cuenta que no he visto nada de este director en mi vida, tan sólo el recuerdo del párrafo anterior; y paseándome por la exposición (en su mayoría, de fotografía) me entraron unas ganas tremendas de hacerme con algo de su filmografía, no sé, como “Tango”, “Bodas de Sangre” (con Marisol), “La noche oscura”, etc. La temática cine “de música” que no musical capta gran parte de la exposición de Saura, que no en vano en los últimos veinte años (su filmografía empezó en 1959 con “Los Golfos”) ha filmado obras como “Fados” (2007), “Iberia” (2005), “Tango” (1998), “Flamenco” (1995) y “Sevillanas” (1991), todas ellas dedicadas a variantes de la cultura musical alrededor del mundo.

La exposición, que se puede ver hasta el 21 de marzo en el Teatro Fernán Gómez (http://www.teatrofernangomez.com/), muestra la polifacética obra de Carlos Saura, como pintor, fotógrafo, cineasta, ¡y hasta constructor de máquinas fotográficas!. No hay que perderse las llamadas “fotosaurios”, que, al estilo de Ouka Leele, mezclan la pintura con la fotografía, y tampoco la sección final donde se puede disfrutar el sitio de recreo de Saura, el espacio personal desde donde compone y abre su imaginario al público.

lunes, 8 de marzo de 2010

CRÍTICA: Un hombre soltero

Afectada por una supuesta hipersensibilidad, “Un hombre soltero” se vendía en casi todas las referencias y críticas cinematográficas como un ejercicio intelectualoide, de fotogramas bonitos y repleto de fetiches, no en vano, su director, Tom Ford, venía del mundo superficial del estilismo de pasarelas, de costura fina y delicada. El caso es que la cinta me entró más por los oídos que por los ojos. Sí que es cierto que el estilo que marca el protagonista parece echo a su medida, todo un logro de casting, y que la fotografía de Eduard Grau (otro punto fuerte de la película, a manos de un amigo de una amiga de una amiga más o menos cercana: el mundo es un pañuelo kilométrico) regala a la retina preciosos fogonazos de luminosidad; pero a mí, no sé por qué, fue la música, a base de instrumentos de cuerda del polaco Abel Korzeniowski, la que me ahogó los témpanos, puede que por su enorme parecido al inolvidable vals de “In the mood for love” de Wong Kar Wai, o también, ahora que caigo, a algunas notas de Satie (mi compi de cine me lo delató nada más salir).

En “Un hombre soltero” (el título en inglés, “A single man”, da sin lugar a dudas mucho más juego que la simplona traducción al español) se adapta al cine la novela homónima de Christopher Iserwood, de la que Edmund White afirmó en su día que “Un hombre soltero” era "una de las primeras y mejores novelas del moderno movimiento de liberación gay". La historia transcurre en Los Ángeles, antes de su revelación libertina, a principios de los años 60, donde el profesor universitario George Falconer (Colin Firth) intenta superar la muerte de su pareja (muchos críticos usan las palabras “compañero sentimental”) tras 16 años juntos y se plantea la idea del suicidio, sintiéndose incapaz de superar el pasado.

En poco más de hora y media, Tom Ford, se las apaña para contar el día definitivo en que Falconer decide dejar de sentir dolor, la carga del pasado y de los recuerdos. Durante ese día, impartirá una última clase magistral a sus alumnos acerca de las “minorías invisibles”, magnífica alegoría de las clases marginadas en una sociedad aún tribal, coqueteará por última vez con un chapero español que el propio Tom Ford define como la “rosa perfecta” en todos sus comentarios a la prensa (raro, raro, raro), cenará con su amiga del alma, aquella que le iniciase en el sexo, cincuentona, separada además del amor de sus hijos y dada los excesos del maquillaje y el alcohol; y por último, sentirá el retorno de la juventud al pasar la medianoche con un alumno vital, esa brisa que sólo se siente cuando todo va acabar (spoiler) y que le redime de los pecados, salvándole en un última instancia del error de no querer seguir sintiendo, dejando que la muerte venga sola, y como siempre, cuando ella quiera (fin spoiler).

En esta casi trillada historia de amor, que incluye el tópico, pero no menos real, de “chico gay que tiene amiga heterosexual (como siempre, genial Julianne Moore) que lo ama en secreto”, hay que alabar la increíble concepción de la muerte de que hace gala, y como poco a poco la historia, salvo en contadas ocasiones, se desentiende del halo efectista del problema homosexual en el contexto histórico, desengranando la odisea universal de la superación de la muerte. Y seguramente, sin la increíble labor de Colin Firth (Dios, si yo fuera actor, este sería mi papel soñado, como princesa desvalida, rota de dolor, en un drama shakesperiano), y todos su premios, parte del boca a boca esta película no hubiera pasado con tanto gloria por las salas, pues en definitiva se trata de un reducto de pasiones, otra “minoría invisible” que, gracias a Ford, no lo está siendo tanto.