martes, 30 de septiembre de 2008

CRÍTICA: Vicky Cristina Barcelona

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Siempre es un gustazo escribir sobre la última película de Woody Allen. Pero también es verdad que unas veces se hace con más ganas que otras, y en este momento mi recuerdo de la película es agridulce (menos mal que el Tapestry de King me está inspirando mientras escribo), así que espero no ser muy duro.

Vicky Cristina Barcelona (o lo que viene a ser, como dos guiris, una rubia y otra morena, no, no me salgan con lo de Sonia y Selena, pretenden infiltrarse en el ambiente bohemio de la sempiterna Barcelona y tener la experiencia de sus vidas) es un film irregular, con pocas grandes interpretaciones y demasiado turístico como para tomárselo en serio. Vicky (sorprendente Rebecca Hall) es una chica sensible y asentada en la vida, va a casarse y no tiene la necesidad de nuevas experiencias ni de coquetear con la sexualidad, todo lo contrario de la artista Cristina (insulsa Scarlett Johansson), que viaja hasta la ciudad condal huyendo de la mediocridad en la que el sueño americano la ha sumido. Conocerán a partir de unos familiares (Patricia Clarkson) a Juan Antonio (Javier Bardem, solvente) y su ex María Elena (explosiva Penélope Cruz) y a partir de ahí empezará el círculo vicioso que hará que Vicky se replantee sus conservadores valores morales y Cristina frene su alocada visión de la España festera.

Allen no evita caer en tópicos, por ejemplo, ¿qué necesidad hay de darle a los dos protagonistas principales españoles unos nombres compuestos (Juan Antonio y Maria Elena)? Esa imposible latinización estereotipada camina a la par con la composición de los personajes, que bailan sin sentido alguno haciendo que sus movimientos no vengan precedidos de una cierta coherencia. Tan sólo los personajes de Vicky y María Elena se salvan, pues están representados por unas actrices magníficas, quizá porque han aprendido que para lidiar con un personaje de Woody hay que ser extremo (Hall se lo toma demasiado en serio en su papel de adúltera y Cruz bromea con su asumido papel de femme latina fatale), y por eso ambas deslumbran. Para los que esperen ver un duelo interpretativo entre las dos divas del cine actual, Johansson y Cruz, que se vayan olvidando, pues Penélope se come a Scarlett y hace uno de los mejores papeles de su carrera. Lo que nos hace pensar... ¿es ya hora de que Allen vaya cambiando de diva? o bien, ¿es mejor que no busque más chicas "woody" con quienes hacer más de una película?. Los errores de casting se pagan, y no hay actriz que sea capaz de entonar cualquier personaje posible (amén de Streep).

A pesar de este manierismo que me despiertan los personajes, Barcelona sale preciosa, inflada de luz, vista desde lo alto, desde el inmensamente bello Montjuic hasta un corto paseo por el multicultural Barri Gotic; pero Barna se me antoja sin alma, Woody sigue amando a su neoyorkina ciudad más que nada en el mundo. Si en "Manhattan" la ciudad llegaba a ser un personaje más, aquí Barcelona se queda lejos, muy lejos del provecho que se le podría haber sacado. También aparecen Oviedo y otros lugares asturianos, reliquias que comparten corazón en Woody. Hasta allí viajan los personajes (en avioneta, ¿?), como excusa para mostrar parte del turismo rural que ofrecen estas tierras.

Las últimas incursiones en el cine de Allen vienen siendo decepcionantes, (no hablo de Match Point, que me parece la película más interesante de este director después de Manhattan y Annie Hall) y "Vicky Cristina...", salvo un par de apuntes, entra dentro del saco de "Scoop" y "Todo lo demás". ¿Qué apuntes son? La visión sobre el matrimonio, sus votos y sus debilidades es magnífica, no deja atrás su particular humor a la hora de tratar estos temas tan abruptos para otros cineastas; y, por otro lado, las interpretaciones de Hall y Cruz (de la segunda más que nada, pues sacar una interpretación tan solvente de ésta ya es bastante meritorio) logran salvar el cásting del tedio.

LO MEJOR

- Temiendo repetirme, Penélope Cruz. Pintando sobre un lienzo en el suelo, la cámara contrapicado, manchada de pintura, y con la falda arremangada crea una sensualidad y una descarga sexual pocas veces vista en la filmografía de Allen.
- El matrimonio visto como una cadena de promesas rotas.
- Todos los planos en los que sale Barcelona.
- El texto de la voz en off, y que no se abusa de ella.
- Queremos saber más de María Elena.
- Javier Bardem y Penélope Cruz hablando entre ellos y Scarlett no enterándose de nada (Lost in translation?)

LO PEOR

- Javier Bardem empieza muy alto y acaba, quizá por culpa del guión y la dirección, haciendo de mera marioneta. Sus diálogos pasan de estar cargados de doble sentido a ser cargantes.
- Que Allen se empeñe en hacer de Barcelona una ciudad de artistas bohemios. Puede que lo sea, pero también es muchas más cosas.
- El personaje de Scarlett Johansson, a ratos sensual, a ratos soso, y siempre aburrido.
- Como antes, la película nos deja queriendo saber más de María Elena (arma de doble filo).
- La música de guitarra, repetitiva. Preciosa durante los primeros minutos, pesada cuando no la abandona en todo el metraje.

NOTA: 7

jueves, 18 de septiembre de 2008

LOS CINES VERDI PRACTICAN EL FRANCÉS

CRÍTICA: “Dejad de quererme” y “Hace mucho que te quiero”.

Llevo unas semanas que me dejo pasar por estos genuinos cines madrileños en VOS (me encanta) para ver qué me puede aportar la cartelera. Estuve a nada de dejarme seducir por aquella copia que les llegó de “Cuadecuc-vampir”, del sorprendente Portabella, pero me acerqué tarde y la aniquilaron a la semana de su exhibición. Una pena. Pero una pena en parte, pues mis ojos se dirigieron, sedientos de cine que me los explotara, al resto de pósters de la entrada quizá para ir en otra ocasión. Así fue como descubrí estas dos pequeñas joyas del cine francés actual, que si bien son por supuesto películas no dependientes sí que se pueden comentar a la par, pues no son pocas las similitudes que exhiben la una para con la otra.

crítica dejad de quererme cines verdi cine francés jean becker dupontel confesiones con mi jardinero drama cáncerEmpecemos con la que se lleva la plata: “Dejad de quererme”. La idea de partida me atraía. Ver a un hombre de mediana edad destruyendo su vida se me antojaba interesante. Siempre he pensado que basta con un par de palabras mal sonantes a cada uno de tus seres más queridos, y, voilà, lo has perdido todo. Pero para el protagonista parece que ser que hace falta más que eso; tiene que explicar sus motivos una vez haya pasado el temporal.

(Spoiler) Antoine, que lo tiene todo en esta vida, muestra su cara desconocida de borde irreverente a todos sus amigos, incluso tontea con una supuesta infidelidad para acabar de convencer a su mujer de que es el idiota más integral que existe a miles de kilómetros a la redonda de París. Después de más o menos una hora de tensas situaciones inexplicables que giran alrededor de una misma pregunta (¿por qué se estará comportando de ese modo?) se desvela el misterio en la media hora final. Los más atinados podrían haber caído mucho antes, pero son tales las artimañas de Jean Becker (“Conversaciones con mi jardinero”, “La fortuna de vivir”), que no da tregua a buscar tan sólo en un motivo, pues los matices que abarca durante todo el metraje hacen pensar en una decena de causas, justificadas o no pero sí al menos suficientes, por las cuales Antoine se está comportando de tal modo. Aquí estriba el mayor acierto del film. Becker huye de todo convencionalismo gratuito que censure el libre pensamiento y nos abre las puertas al libre albedrío. Unos pensarán “pobre Antoine, hizo bien en no hacer sufrir a su familia contándoles la verdad sino hasta después de la tormenta” y otros acusarán, volvieron la cabeza a la butaca de al lado, “pues vaya personaje. Cariño, tú nunca me ocultarías algo así, ¿verdad?”.

crítica hace mucho que te quiero cines verdi cine francés kristin scott thomas elsa zylberstein phillipe claudel drama cárcelY ahora el oro. “Hace mucho que te quiero”, mejor planteada y más sobria que la anterior, habla de una mujer (suprema Scott Thomas en sus silencios) con un turbio pasado (no un turbio futuro como el de Antoine). En este caso la pregunta que recorre la cinta es “¿Qué cosa tan terrible hizo esta señora?”. Inicialmente no sabía nada de lo que me iba a encontrar, pero sí sentía algo especial ante el terrible póster de la película, con el rostro de Thomas inundado de tristeza. Una pregunta para la distribuidora o quien quiera encargado del diseño: ¿por qué esas marcas de póster en el propio póster?.

(Otra vez, spoiler) Advierte cierto regocijo en el peso abultado del pasado y su tono demasiado lento en ocasiones, si bien le podrían sobrar bien unos veinte minutos, no desmerecen la sensible puesta en escena y las potentes interpretaciones de las dos actrices principales, dos hermanas, que callan y otorgan la partida al pasado. Si ya hemos comentado que Thomas ofrece secuencias magistrales, Elsa Zylberstein tampoco se queda atrás, emerge con nota como genio en la sombra. Aquí también hay final sorpresa, pero menos acusado que en el anterior, quizá porque el director, notable Philippe Claudel en su ópera prima, no quiere marear mucho la perdiz y focaliza el estallido dramático en los últimos diez minutos, caldeando previamente el ambiente para que el espectador ya sospeche a la media hora lo que puede estar pasando, preparando al corazón para llevarlo hasta la extenuación. Sin ñoñerías ni estupideces de telenovela, algo tan horrible como el asesinato de un hijo que está sufriendo a manos de su propia madre (o, para otros, el que una madre tenga que matar a su hijo para que no sufra) asoma lenta e impunemente a nuestros ojos, como un acto terrible realidad del estado de alteración de ánimos que supone la difícil tarea de seguir existiendo. Al fin y al cabo, como dice la protagonista en el plano final mientras unos poderosos y revitalizantes rayos de luz asoman por la ventana, ella sigue viviendo (su hijo no), así que a vivir se ha dicho.

Existen en ambas películas un aroma de doble moral muy al gusto del cine naturalista actual. Se agradece que se haga este tipo de cine, que no llega a la crudeza de cintas como “La Soledad” de Jaime Rosales que, fuera de sus múltiples valores formales y de contenido, arremete contra el sentido único y final que tiene el cine como vía de escape de las pulsiones a las que la cruda realidad nos lleva cada día, pero sí al menos nos hace recapacitar y mantenernos alerta de lo que nos pueda pasar. Estas dos historias no están tan lejos de nuestro alcance como pueda parecer pues todos nacemos con un destino marcado y lo que precisamente nos hace vivir, nos mantiene despiertos, es no saberlo.


De ambas películas:

LO MEJOR

- Los actores, todos y cada uno de ellos.
- La moralidad sin coartadas, al descubierto. Que no nos impongan ningún criterio es algo más que elogiable.
- La intensidad de la última media hora.
- En la primera: la escena de la cena, y abajo en la bodega. Estuve a punto de aplaudir ante el guantazo que se lleva la aburrida de turno.
- En la segunda: el reencuentro con la madre en el geriátrico. Emocionante. Un sentimiento único y especial.

LO PEOR

- Cierta dilatación en el metraje.
- Algún pasaje noño para el olvido, vamos, pecata minuta.
- El peso moral de Claudel exige más comprensión por parte del espectador, y por tanto, arriesga más.


NOTA:

DEJAD DE QUERERME – 8,5

HACE MUCHO QUE TE QUIERO – 9