martes, 31 de marzo de 2009

CRÍTICA: Gran Torino

clint eastwood gran torino oscar racismo cines renoir princesaSiempre me pasa igual cuando salgo del cine (esta vez de los Renoir Princesa) después de haber visto una película de Clint Eastwood, me cuesta volver a la realidad. Su tempo narrativo es el mismo en todas las películas y éste en verdad me deja medio hipnotizado. Y es que además casi siempre salgo pensando lo mismo (excepto con “El intercambio”, esos terribles primeros planos de Jolie tienen la culpa): he visto una buena película, con más o menos aciertos, con algunos excesos y licencias, un personaje secundario que otro no muy bien resuelto, pero al fin y al cabo una buena película. "Gran Torino" lo es.

La primera crítica a la que me enfrenté la tachaba de ser una película menor dentro de la filmografía de este casi octogenario director (¡qué vitalidad cinematográfica!). Y puede que sea así, claro está si la comparamos con películas que a mí me marcaron de un modo u otro como “Los puentes de Madison” y “Million Dollar Baby”, pero para nada creo que se la pueda considerar como menor. Tiene mucha miga dentro y no es culpa de la película que algunos no quieran ver más allá de sus defectos.

Eastwood sigue entusiasmado con la historia de Corea (y demás vecinos) y vuelve a ella en esta película pero de un modo más minimalista que en su díptico sobre la guerra de hace unos años. En “Gran Torino” también recurre a un tema quizá ya muy manido como lo es los prejuicios raciales extremos de consecuencias fatales, que muchos también ha criticado sin pararse a pensar, a mi entender, cómo se acerca a este tema. La novedad parece estribar en la nueva visión cinematográfica del racismo a modo de “el hombre es un lobo para el hombre” ya que en este caso el racismo convencional deriva en violencia dentro de la misma raza. No es del todo de extrañar que el personaje de Walt comprendiera su tradicional y cerrada mentalidad precisamente viendo como otras razas lo son para con los demás.

Hay momentos de comicidad en la película que, aunque no están del todo mal, se van de tono. No hacía falta llegar a una especie de “Daniel el travieso” con un Eastwood en constante cabreo y gruñendo cada dos por tres, exagerando a la par las facciones de su cara mientras la cámara se acerca en dos segundos en busca de un primer plano cómico, para llevar al espectador al contraste entre la comedia y la tragedia. Si a esto se le suma el también constante y cansino carácter del protagonista que se pasa todo el día maldiciendo y soltando tacos ofensivos (no sé cuántas veces llega a decir en la película “maricón”, “amarillo”, “capullo” etc.), ya tenemos la peor parte de la película, todo lo que hace que no alcance el grado de seriedad que el tema requería.

Por lo que me ha contado Kris, una amiga mía que lleva en Madrid más que yo, y que vino hace unos años desde Pittsburg (estado de Pennsylvania), la recreación del personaje de Walt recrea fielmente el estado psicológico de todos aquellos veteranos de guerra (sea de Corea, Vietnam, etc.) y el carácter que ésta a impreso en ellos como a fuego. No le costó reconocer muy de cerca frases de repudia como las que Walt dedica a su hijo sólo por trabajar fabricando coches japoneses, pues dónde se ponga un buen Ford que se quite todo lo demás.

Quizá esté empezando a ver en Clint Eastwood algo que hasta ahora no había advertido sino en gente como Woody Allen o Pedro Almodóvar, puede que también en Ingmar Bergman y en todos aquellos que son capaces de crear cine con una entidad propia, algo que los caracteriza y separa del resto. Si los temas recurrentes de éstos son las relaciones de pareja, los pasados ocultos y el folklore religioso medio metafísico respectivamente, para Clint Eastwood sus temas de cabecera beben de la pérdida de fé y las relaciones humanas que siguen el patrón “somos desconocidos, algo nos une y luego la naturaleza que es sabia nos separa para siempre” (recuérdese a Francesca, que deja de lado su futuro para no olvidar el pasado forjado en Madison; a Maggie, que decide acabar con su vida después de haber alcanzado tope como boxeadora profesional surgida de la nada; y aquí, (aviso spoiler) Walt, un viejo veterano de guerra, a partir de un no menos viejo coche del 72 que sirve de conexión entre la amistad más allá de la raza, decide devolver al pasado, y a las raíces de donde proceden sus vecinos, la vida que una vez le quitó (acaba spoiler)).

LO MEJOR
- El ritmo de la película. A mi parecer no le sobra ni le falta un minuto.
- La relación afectiva que va uniendo a Walt con sus vecinos, llena de matices.
- El final, del todo esperable, pero por ello menos implacable.
- Clint Eastwood como actor. Recomendado ver la película en versión original.

LO PEOR
- Los pasajes cómicos estropean el conjunto.
- La música, que bien o es casi nula o la poco que hay es del todo olvidable.
- Walt enseñando a “hablar como un hombre” a su vecino inmigrante.
- Que muchos se quejen de lo previsible de la trama. Sí, es cierto, pero, ¿y qué más da?.

NOTA: 7,5 / 10

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