viernes, 30 de enero de 2009

CAMINOS REVOLUCIONARIOS

En el ADN de hoy, en sus columnas, haciendo apología de la sinceridad, Risto Mejide (muy leído me consta por mi amiga Mónica), alardea de adorar los tiempos difíciles, que estos nos sientan bien es algo más que obvio. Puede que sea cierto, y más cuando nos engañamos buscando alivio hasta en lo malsano; quizá no me haya levantado muy optimista hoy y sea capaz de entender a Risto. También puede ser que sienta que me han dado una de cal y otra de arena, como que hoy se conmemoran dramáticamente todos aquellos domingos sangrientos y además se celebra en parte la victoria de la educación para la ciudadanía

A mi entender, toda mentira tiene un sentido contraproducente en nuestras constantes. Y cuando nos mentimos en realidad nos estamos condenando a ese malestar que tarde o temprano nos viene a visitar, para recordarnos que el mal sigue ahí, por mucho que lo queramos ocultar. Empieza así en nosotros una revolución interior. Nos saqueamos y autoaniquilamos. Y voy a parar de escribir así, no me quiero parecer a uno de esos libros de psicología barato que se pueden encontrar en las estanterías de cualquier supermercado, o peor, en la boca de aquellos loqueros poco preparados.

Existen muchos tipos de revolución. Y así, entre mentiras, parece empezar la última del inteligente Mendes, con una Kate Winslet intentando revolucionarse a sí misma, para luchar después contra todo convencionalismo y parecer salir vencedora. Es increíble ver a una actriz totalmente entregada a su cometido, desgarrándose por defender un papel difícil (aunque sea sólo esto lo que me merezca elogios de la película). También podemos encontrar en las salas otros personajes liberadores como el de Harvey Milk, caraterizado por un solvente Sean Penn. Fuera de lo ridículamente panfletaria que se antoje la película del inefable Gus Van Sant (autor de la ridícula y pretendidamente manipuladora “Elephant”), hay que destacar la contrapartida positiva para el colectivo que representan las, por otro lado aburridas e irrisorias, menciones a los premios Oscar que se le pudieran otorgar, más que nada para publicitar unos derechos que si bien ya están encaminados aún no son reconocidos.

No hay que confundir ser transgresor con ser revolucionario. Mientras lo segundo implica necesidad, lo primero peca al ser consciente de serlo mientras se es. Ahora, si me explico bien, pondré un ejemplo. Cicciolina fue transgresora pues mientras enseñaba su pechos a todo el mundo y se hacía con un escaño en el partido más anárquico de su país, era consciente de ello. Por otro lado, Che Guevara, revolucionó la política internacional, ya que primero se revolucionó el mismo paseando en motocicleta, luego al país y luego al mundo entero, siendo consciente de los resultados una vez hubo terminado. Así transgresión podría llegar a confundirse con provocación, y si no que se lo digan a Olvido Gara, pero nunca más allá de lo ofensible, que para eso ya tenemos algunas películas de Von Trier, amén de “Dogville”, donde una Kidman que aún no había perdido el rumbo, intentaba crear su propio “Revolutionary Road”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy muy, muy de acuerdo con todo lo que dices, sobre todo con tu disertación inicial sobre las mentiras enterradas y sus efectos a largo plazo. Creo que ese es parte del sentido de la película "Revolutionary...".

Anónimo dijo...

Esta es una gran critica, destacando estos dos personajes increibles interpretados por Winslet y Penn, muy recomendables ambas peliculas aunque solo sea por ver a este par de actores!
Por supuesto, me he sentido en parte "aludido" cuando mencionas a la increible Olvido Gara, y aprovecho para recomendar su libro "Transgresoras", en el cual quiza encontraremos tambien muchas revolucionarias...