domingo, 24 de agosto de 2008

CRÍTICA: WALL·E

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Sí, el robot ese tan mono que ahora mismo sale promocionando su propia película y de paso, todo sea por el tirón comercial, los recién clausurados juegos olímpicos, se ha llevado de calle a todos los críticos. Y no es para menos. La primera película de Andrew Stanton sin el cobijo de las alargadas sombras de otros partners de la Pixar como el aclamado Lasseter (el que nos propuso una tierna historia de juguetes) ha sido definida como cine del futuro sobre el futuro. No faltan razones obvias para ello: la película carga de imaginería visual de inagotable inventiva cada minuto de metraje, en cada píxel arrebatado de pinceladas de pasión visionario del camino que ha empezado a encauzar la animación del futuro, para hablarnos de un horizonte que si bien aún se imagina lejano para la humanidad nos alerta de su posible veracidad si no empezamos a hacernos cargo de nuestros propios escombros.

Wall·E (la abreviatura de Waste Allocation Load Lifter Earth-Class), un pequeño robot diseñado, se supone que como muchos otros, para limpiar el planeta de basura (corre el año 2700), mantiene una vida acorde a su algorítmica programación por objetivos, es decir, atestada de rutina, hasta la llegada de EVE, una forma revolucionaria de robot con una misión muy especial, que roba su corazón de hoja de lata. Comenzará así una maravillosa y arriesgada aventura por conseguir que los humanos puedan regresar a la Tierra después de haber encontrado algún rastro de vida natural, aquel que se perdiera entre la porquería de nuestra descuidad pulcritud.

Apenas sin palabras, este largo de animación inunda la pantalla de sentimientos. El diseño de los robots está tan cuidado que un simple cambio de gesto en alguna de sus facciones desencadena un atisbo de humanidad y logra que el espectador se olvide por momentos de su calidad de máquinas y se deje llevar por la emoción. Los primeros cuarenta minutos de la cinta son una obra maestra absoluta, dónde los sonidos, los silencios, la increíble realidad de los dibujos (depurada técnica de animación) nos sumergen en un mundo onírico e hiperrealista. En este tiempo el espectador ve como vive Wall·E, entiende la mecánica de su trabajo y para qué ha sido diseñado, estudia sus movimientos y reacciones ante los escombros que va encontrando y se hace partícipe de la nostalgia que Wall·E siente, y para la cual por tanto ha sido programado, hacia el pasado de la humanidad (esos videos vintage dan fe de ello).

El resto de la película, aún siendo también encomiable no llega a la altura de estos primeros minutos antológicos. Quizá llegue aquí la pega: la Pixar aún sigue descuidando el diseño de los humanos en sus películas. Recordemos por ejemplo “Toy Story” o “Buscando a Nemo”, donde los protagonistas, un juguete y un pez, parecían más humanos que los propios homónimos. Y aquí viene para un servidor el mayor error de todos: el personaje que interpreta Fred Willard aparece en carne y hueso, y eso rompe con toda estética, se lleva la magia de cuajo. Pero claro, antes todo lo demás, esto queda en una minucia sin importancia. ¿Qué importa una mosca en una sopa si los fideos son de oro? Mientras los fideos se puedan comer…

Estamos ante una película que marca un antes y un después en la historia de la ciencia ficción en el cine, como ya hiciera en su momento “2001: Una odisea en el espacio” y, créanme, no es casualidad que esto se haya llevado a cabo desde el campo de la animación.


LO MEJOR
- Esos minutos gloriosos en los que Wall·E observa y persigue a EVE preso de su curiosidad, al ritmo de “La Vie en Rose” de Piaf.
- Todos, da igual la edad que se tenga, van a disfrutar
- La técnica de animación. ¿Quién dijo que la animación digital nunca llegaría a la magia de los primeros trabajos manuales de Disney?
- Su arriesgada radicalidad al limitar el número de palabras en el guión funciona perfectamente.
- El mensaje que desprende, precioso para las próximas generaciones.


LO PEOR
- Quizá el director y el actor Fred Willard se debían algún tipo de favor, de otro modo no se podría explicar esta “aparición estelar”, por mucho que Willard haya pasado a ser el primer personaje de carne y hueso en aparecer en una película de Pixar y sin desmerecer su actuación.
- El diseño de los humanos, demasiado infantil.


NOTA: 9.5 / 10

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