
Hasta ahora no había podido comprobar como la nueva ley del cine metía sus directrices en la boca del lobo de la televisión, y ayer, en la 2 de televisión española, tuve la oportunidad de verlo. Estaba a punto de tirar de alguna película de la minifilmoteca de mi salón, cuando, dando gusto al último bocado de la cena, anunciaron “Buda explotó por vergüenza” en la televisión. No me lo podía creer, iba a ver una marcianada, de esas que pasan por puntillas hasta por la cartelera de Madrid, por televisión, sin pagar nada (vamos a ser ingenuos), tumbadito en mi sofá y lo mejor, sin cortes publicitarios; eso sí, me pasé los 80 minutos que dura la película rezando porque nadie llamara ya que no podría tirar del botón de “pause”.
Y lo que vi fue una película de terror, sí, sí, no pasé tanto miedo desde que vi a solas (o fue con mi hermano?) “The Ring” de Hideo Nakata, a solas en mi casa; y en esto, la escena en la que (spoiler) unos niños, poseídos en algunos momentos por bárbaros norteamericanos y en otros por terroristas talibanes, amenazan a la inocente y dulce niña protagonista, con lapidarla es una de las más salvajemente tensas que he visto nunca (acaba spoiler). No la pude acabar, tuve que levantarme a beber agua; eso sí, por algún motivo morboso no bajé el volumen del televisor, pues quería enterarme del destino de la heroína.
“Buda…” cuenta la aventura de Baktay (increíble Nikbakht Noruz) para poder comprar un cuaderno que la permita ir a la escuela, alentada por su vecino, que ya está aprendiendo a leer. Baktay vive con su madre en unas cuevas, bajo el símbolo caído de Buda que los mandados talibanes destruyeron en su día, y no tiene edad suficiente, tampoco los medios, como para empezar a ir a la escuela. Makhmalbaf se sirve de este recorrido para componer un retrato antibelicista repleto de metáforas, desde la mirada de unos niños demasiado marcados por la guerra en Afganistán, que en cualquier otro lugar hubiera sido una tonta anécdota y aquí se convierte en una verdadera odisea.
Atentos al final de “Buda…”, que contiene una de las frases más impactantes del cine en años, que debería tomarse, desde ya, como toda una declaración de derechos, y que surge cuando (spoiler) el vecino de Baktay le grita, ante el simulacro de ataque de los mismos niños gamberros que instan lapidarla, “Baktay, muérete, si no nunca podrás ser libre” (acaba spoiler).